“Pescador” apela a esa sensación tan
primaria y necesaria como la de cambiar nuestras condiciones y vidas.
El deseo humano por excelencia, pero lo hace apelando a un guión
escrito por Cordero y Juan Fernando Andrade que construye situaciones
en las que Blanquito aparece, de golpe, sin quererlo, y ante las que
debe revelarse como lo que es en realidad: el tipo con coraje y sin
malicia, obligado a enfrentar eso que desconoce con la misma
practicidad del pescador. Levantarse temprano, ir a la costa y pescar.
Es en la simpleza de Blanquito que
encontramos la fortaleza de una road movie en la que su personaje
principal no cambia, precisamente. Blanquito entiende y brilla por eso.
Sigue siendo el mismo, pero en otro contexto. Esa es la belleza de una
buena película en la que tenemos un director que es capaz de darle
forma a una historia y huye de ese metódico error al que está sometido
el cine ecuatoriano: querer decir algo por encima de contar algo.
Sebastián Cordero dice mucho sobre la
condición humana en “Pescador”, pero la historia es lo importante. No
hay discurso por encima de la narración. No es mérito: Cordero hace
cine como se hace en todo sitio.
No explica nada. No define nada. Solo se inspira y crea algo.
Así, Blanquito busca derroteros, conoce
gente. Se engancha con Lorna, la colombiana (un personaje interpretado
por María Cecilia Sánchez, que de ninguna manera es caricatura y que es
capaz de sostener un conflicto tan contundente que nos ayuda a
comprender sus acciones). Con ella viaja no solo para conocer al padre,
sino para vender los ladrillos de droga que tiene en su poder y de los
que sabe podrá sacar mucho dinero. El arranque, así, está dado.
El éxito del guión de “Pescador” está
en comprender que el personaje central reacciona a las avatares que hay
a su alrededor, sin ser parte de ellos. Blanquito se está dejando de
llevar por la aventura de “alta mar” y en esa inocencia políticamente
incorrecta no podemos hacer más que estar de su lado (aceptas la
belleza del personaje con todo y sus errores. Cuando Lorna le dice que
van a ir mitad y mitad con la venta de la droga, él reclama: “Pero si
soy el hombre”).
La fuerza de “Pescador” está en
Blanquito, interpretado con maestría por Andrés Crespo. Crespo va de a
poco, con diálogos cortos y precisos, silencios, gestos que esconden
montañas, y frases que dice entre dientes. Sostiene sobre él todo un
peso del viaje y es a través de sus emociones que vamos a reconocer el
verdadero sentido dramático del filme: “Pescador” es sobre crecer. Y
Blanquito es la prueba.
Sin duda es lo mejor de la película. Y
prefiero ahorrar elogios en el trabajo de Crespo porque quienes vean el
filme lo podrán descubrir. Atención a la escena en la que tanto
Blanquito como Fabricio (el chofer de la aventura, interpretado por
Carlos Valencia) caminan juntos y hablan de sus vidas; en ella se
vuelven una suerte de equipo con un par de frases y ya. Hacer cine es
conseguir en menos de un minuto toda la densidad de dos seres que han
sido golpeados y que sonríen.
Cordero, en ese sentido, lo que hace es
celebrar el viaje, la transformación y hasta los golpes. La vida
cambia una vez que la droga llega a la costa y con el uso de una cámara
rápida y un blur que le da cierto carácter de sueño a la imagen en
movimiento (un recurso que repite en varios momentos de la película).
¿Por qué? Porque estamos ante la maravilla de la vida y Blanquito,
cuando está listo, con su cachina (ropa) nueva y dispuesto a la rumba,
le dice a Lorna que solo hay una vida y que esa es la que hay que vivir
como lo que es. Claro, se lo dice con menos palabras y con la
contundencia de alguien que sabe lo que está diciendo. “Pescador” es el
festejo de Blanquito. Y sí, quizás muchos no acepten el final que
Cordero le da a su filme (pude escuchar a la salida de la función mucha
gente descontenta con esto), pero a veces las historias que importan no
son las que agotan su anécdota, sino las que cumplen su camino.
Sin duda es lo mejor de la película. Y
prefiero ahorrar elogios en el trabajo de Crespo porque quienes vean el
filme lo podrán descubrir. Atención a la escena en la que tanto
Blanquito como Fabricio (el chofer de la aventura, interpretado por
Carlos Valencia) caminan juntos y hablan de sus vidas; en ella se
vuelven una suerte de equipo con un par de frases y ya. Hacer cine es
conseguir en menos de un minuto toda la densidad de dos seres que han
sido golpeados y que sonríen
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